lunes, 28 de noviembre de 2011

EL SÚPER HÉROE


Volvió a su casa después de una larga jornada de trabajo salvando a la ciudad, la salvó ese día de un trío de locos que querían volar unos edificios, de una nave espacial que atentaba contra la vida en la tierra, de su antagonista la súper villano a la que nunca había podido realmente vencer y hasta ayudó al alcalde a fundir una nueva estatua (con su mirada láser) que iba a ir en el parque de la ciudad y había sido hecha de llaves viejas que la población había donado para tal causa.
Después de despojarse de ese estorboso antifaz rojo y de la vistosa capa, fue hasta el refrigerador para ver que podía comer; tenía leche cuajada, restos de comida china vieja, medio litro de gaseosa sabor cola ya sin gas, una bandeja de carne vencida en el congelador y un par de naranjas arrugadas. Cerró la puerta del refrigerador murmurando por la comisura de sus labios unas cuantas maldiciones y se fue directo a la cama a dormir solo una vez más.
Realmente no necesitaba comer, a fin de cuentas era un súper héroe, pero esa misma rutina le servía para cada noche sentirse miserable como suponía que los demás seres normales lo debían de hacer en sus aburridas vidas, lo hacía para sentir que tenía algo más que su vida rutinaria, irónico ¿no?

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